Teatro del Barrio: política, vecindad y candilejas, por Pepi Bauló

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El Teatro del Barrio quiere sumarse al movimiento social que intenta abrir brechas en el muro de la ignorancia, el miedo y la apatía, un muro que ha sido laboriosamente construido. «La realidad se puede transformar». Con esta declaración se presentaba hace años una de las compañías teatrales más interesantes surgidas en la escena española tanto por sus contenidos, como por sus sistemas de producción cooperativos. Liderados como cara más visible por el actor, director, autor y productor Alberto San Juan, uno de los fundadores de Animalario, el Teatro del Barrio es una cooperativa ha venido a ocupar en esta década convulsa española un espacio teatral que ya prologaron en el siglo XX, grupos y compañías como La Barraca de Federico García Lorca, el Teatro Fronterizo de José Sanchís Sinisterra, El Gallo Vallecano de Juan Margallo o el Teatro Estudio Lebrijano de Juan Bernabé. Teatro para el pueblo, para las necesidades de un pueblo que no es ya, como a principios del siglo XX ignorante y analfabeto, donde las piezas que se estrenan tienen una conexión directísima con la realidad sociopolítica y económica de nuestro país. Sobre su historia, proyectos y sus últimos montajes data este reportaje de nuestra reportera en Barcelona Pepi Bauló. Se ruega a los lectores que apaguen sus móviles que la función de este artículo va a comenzar…

 

Teatro del Barrio: política, vecindad y candilejas. Por Pepi Bauló

Apreciados y, quiero creer que, fieles lectores, permitidme que comience mi post con una pregunta: ¿qué os sugiere a vosotros el nombre de Teatro del Barrio? Desde que oí hablar de este teatro de Madrid me he transportado a ambientes de función popular en patios o corralas y he imaginado el carromato de comediantes de antaño llegando a la plaza mayor con fanfarria anunciadora de un nuevo espectáculo. Creo identificar  por ahí algún ciego ambulante, de voz campanuda, explicando historias truculentas propias de literatura de cordel. Luego acabo la evocación pensando en dos célebres autores teatrales, Ramón del Valle-Inclán y Federico García Lorca, con la imagen de fondo de esa familia de trapo y serrín gloriosamente conocida, en otros tiempos, como títeres de cachiporra.

Ved que cuando se me dispara el pensamiento se me dispara de verdad, pero con un nombre como Teatro del Barrio echar a volar la imaginación viene de suyo.

Corría el año 2013 cuando la antigua sala alternativa Triángulo dio paso a El Teatro del Barrio. El actor Alberto San Juan iba rumiando sobre cómo las distintas luchas ciudadanas del momento se estaban manifestando a través de esa herramienta con más usos que una navaja suiza: la cultura. A esa búsqueda de un proyecto en el que implicarse personalmente se le sumaron los arquitectos Paloma Domínguez e Iñaki Alonso, los economistas Gerardo Domínguez y Mario Sánchez Herrero, la ecologista Cote Romero, el abogado Jacinto Morano y la actriz Vanesa Espín. Esther Montero de El Mundo cubría la noticia con una entrevista a Alberto y a otros de los socios.

«El Teatro del Barrio quiere sumarse al movimiento social que intenta abrir brechas en el muro de la ignorancia, el miedo y la apatía, un muro que ha sido laboriosamente construido. La realidad se puede transformar».

 

Este proyecto se autodefine como una asamblea permanente para acciones y cuestiones de: teatro, poesía, danza, música…, en un espacio donde el público sea arte y parte más allá de asistir a los espectáculos, reuniéndose para debatir los temas que le conciernen, proponiendo y aprendiendo en los talleres y en la Universidad del Barrio. ¿Universidad? Sí, uno de los objetivos del Teatro del Barrio es la formación, y no solo la teatral. Por ello crearon la Universidad del Barrio donde se imparten básicamente clases de economía y de historia política. Intuiréis acertadamente que los temas estrella son la economía anti-sistema y que el periodo más analizado es el que va de la II República a nuestros días.

Aunque hace tiempo que sigo con cierta continuidad los trabajos de Alberto San Juan, tal vez la cara más conocida de esta aventura, y sabía de la existencia de la compañía, no fue hasta el pasado mes de setiembre que acudí a una de sus funciones. De inmediato se me ocurrió contarlo en el blog de La Térmica de Málaga, por si la compañía acerca alguna de sus actuales propuestas a Andalucía o por si alguno de vosotros se halla cerca de cualquier lugar donde les programen. Haced un caso relativo de lo que yo os cuente aquí o de lo que leáis en la prensa. Tener referencias siempre es útil, pero ni yo voy a ser exhaustiva ni lo que os puedan contar es suficiente si lo que queréis es conocer qué diantre es esto de un teatro cooperativo, cómo sitúa sus producciones en la cartelera de espectáculos actual, qué objetivos sociales persigue y qué sentido tiene en el tejido sociocultural que nos acontece.

A mí lo que de verdad me interesa es que, si no lo habéis hecho ya, os asoméis a esta forma de entender el teatro que, como veréis, parte del telediario y los periódicos, de los discursos en los mítines y manifestaciones, de los atestados y las actas judiciales… de los eventos consuetudinarios que acontecen en la rue como diría un discípulo de Juan de Mairena. Veamos este modo de uso del escenario absolutamente empapado, embarrado, por qué no decirlo, de actualidad rabiosa con el alarde compromisario del “aquí venimos a mojarnos”. Luego ya, aquí o en otro lugar, comentamos si os convence, si os motiva, si consideráis que el teatro es esto o no; pero parece que, hoy o por hoy, lo de esta gente está en boca de los vecinos. Vamos a escuchar qué pasa.

 

El Teatro del Barrio en menos de 3 minutos

Para comenzar, además de la información que encontré en su web, quise saber algunos detalles más de este singular proyecto. Visité su local del número 20 de la calle Zurita, en el muy madrileño barrio de Lavapiés, hablé con algunos de los socios y, poco después, la responsable de comunicación Katia Barba y la gerente Ana Camacho respondieron amablemente a una entrevista (que por las circunstancias hubo de ser exprés) destinada a conocer de primera mano el funcionamiento de la asociación.

 – ¿Qué tipo de asociación es el Teatro del Barrio? ¿Cuál es el equipo? ¿Cuál es el número de socios? 

El Teatro del Barrio es una cooperativa de consumo. Y el equipo se compone de Gerencia, Comunicación, Producción, Coordinación Artística, Administración, Contabilidad, Taquilla, Técnicos, Limpieza, Camareros y, por último, un Consejo Rector. Hoy en día somos 506 socios.

 

– ¿Cómo se financia? ¿Recibe subvenciones? ¿Os parece que politización de un proyecto de estas características es inevitable? El proyecto ¿ha conseguido ser transversal en cuanto a clases sociales o tipos de público que asisten a las obras?

El proyecto se financia a través de la venta de entradas, las giras de producciones propias, las matrículas de la Escuela y el servicio de bar y sí, se reciben subvenciones que representan entre un 10 y un 15% de los ingresos anuales. La politización de un teatro es absolutamente inevitable en cualquier caso pero más en este ya que se trata de una cooperativa de consumo.

Hemos conseguido ser transversales en cuanto a tipos de público se refiere, aunque no tanto como quisiéramos. Estamos en ello.
– ¿Cómo se decide la programación? 

Hay una comisión que recibe las propuestas de quienes quieren programar aquí  y además hay una persona contratada que es la que lleva la coordinación artística que es la que toma la decisión final.
– ¿Cómo valoráis la influencia en el barrio-barrio, en la ciudad? Y viceversa ¿cómo ha influido en el Teatro del Barrio su ubicación en un barrio popular de una gran ciudad?

Estar en Lavapiés es circunstancial, siempre hemos dicho que este teatro puede ser el de cualquier otro barrio. Aquí participa la vecina del 5º pero puede ser la del 5º de aquí o la de tres barrios más allá.
– Además de la actividad teatral ¿qué otras se llevan a cabo?¿Con qué respuesta?

Tenemos por un lado la Universidad del Barrio desde que inauguraron el proyecto que tiene mucha respuesta por parte del público, los Martes Ciudadanos en que se cede la sala a movimientos sociales y personas que quieren presentar sus propuestas, la Noche de Baile música en directo para bailar con entrada gratuita y con muchísima respuesta…
¿En qué consiste la Universidad del Barrio? ¿Qué se imparte en los talleres y quiénes son los profesores?¿Y el tipo de alumnos?

Desarrollamos dos ramas que son Economía e Historia, los profesores como veréis en la web provienen de universidades o son gente experta de cada sector. Los alumnos son desde estudiantes de 15 años o estudiantes de Universidad a señoras de 60 años… todo tipo de público.
–  ¿Se mantiene alguna relación con otros proyectos similares en España?

Se ha intentado pero la verdad es que no mucho.
– ¿Cómo se ve el futuro inmediato del Teatro del Barrio?

La verdad es que ¡genial!

 

Y lo que parece es lo que es. Así lo sienten. El entusiasmo es sin duda una de las características del equipo y de los socios. Tal vez no hayan logrado todo lo que se proponían pero hay Teatro del Barrio para rato. A pesar de que como dije al principio, este escrito no aspira a ser un análisis exhaustivo del proyecto, de entre todas las cuestiones que me respondieron Katia y Ana, quisiera subrayar un tema, para mí, tan clave y complejo como es el de la financiación. Sin ser macro-producciones los proyectos necesitan fuelle económico para dar viabilidad a la puesta en escena y para dar dignidad a los trabajadores. En su web explican muy claramente cuál es su fuente de ingresos y la dificultad que supone llevar a cabo un proyecto sin ánimo de lucro pero que ha de ser rentable para su sostenibilidad. ¿Las contradicciones del sistema? Una de tantas que, por cierto, se aborda con bastante valentía en una de las obras que han representado, Autorretrato de un joven capitalista español. Pero ya hablaremos de eso un poco más abajo.

 

Alternativos ¿desde siempre o desde cuándo?

Paréntesis que viene al caso: estudiando en la Universidad Autónoma de Barcelona tuve como profesor a Manuel Aznar Soler, uno de los máximos especialistas en teatro contemporáneo español, con quien sigo manteniendo amistad y compartiendo proyectos como el Taller de Investigaciones Valleinclanianas o el Grupo de Estudios del Exilio Literario de la Universidad Autónoma de Barcelona. A él le debo casi todo lo que sé de teatro alternativo, independiente, político, universitario, popular… etc. etc.

Ojalá pudiera transmitiros ahora y aquí una pequeña parte de su pasión por la historia del teatro contemporáneo en España desde las primeras décadas del siglo XX hasta hoy. Simplifico y elijo un referente que nos sirve bien aquí y ahora: La Barraca, el grupo teatral liderado por García Lorca durante los agitados días de la Guerra Civil española, que debe de ser el precedente de teatro popular más conocido por el gran público. Pero existen numerosos y muy diferentes ejemplos de experiencias teatrales universitarias, populares o colaborativas en el panorama contemporáneo más reciente. Quiero nombrar un ejemplo notable y Aznar Soler me remite de inmediato al Teatro Fronterizo del dramaturgo y director José Sanchis Sinisterra que surge en Barcelona en 1977 y que, en 2010, renace en Madrid, también en Lavapiés y también en la línea del Teatro del Barrio, con el membrete de Nuevo Teatro Fronterizo.  En palabras de su fundador:

«Y ahora, en otra ciudad (Madrid), en otros tiempos (siglo XXI), ante otros desafíos, el Nuevo Teatro Fronterizo se constituye a partir de la iniciativa de sus miembros fundadores para, con un nuevo equipo humano y nuevos objetivos -fruto, sin duda, del nuevo contexto sociocultural- prolongar y ampliar la siempre necesaria tarea de revisar y cuestionar en la práctica el lugar, el sentido  y la función del hecho teatral en la cultura y en la historia. Ya que, como consta en uno de los Manifiestos del viejo Teatro Fronterizo, “la teatralidad no es algo definitivamente establecido por los sistemas y códigos” vigentes, sino “una dimensión humana de reconocimiento y autoconstrucción que cambia con el ser humano, que precede, acompaña o sigue sus deseos de cambio”. ».

En contraposición a los conceptos de teatro clásico, tradicional o burgués (que por supuesto no son lo mismo y que a menudo pueden ser y son subvertidos)  surge el teatro alternativo en el que se enmarcaría la actividad del Fronterizo o del Barrio bebiendo a morro del teatro más combativo de los años 60 y 70. Aquellas compañías que lidiaron con la censura, que se arriesgaron con lo nuevo, que demolieron la cuarta pared, y cuantas paredes tapiaban la libertad de expresión y creativa, no desaparecieron del todo pero hasta el Movimiento 15-M de 2011, también llamado movimiento de los indignados, ​ no nos engañemos: tampoco estaban viviendo su mejor momento.

Han pasado siete años desde aquella “indignación” y la sociedad española está viviendo una época de transformación notabilísima que se refleja en todo y se refleja con especial fuerza en las artes que aspiran a ser su reflejo. Y si no nos ciega el reflejo del reflejo parece que despunta  un nuevo protagonista: el ciudadano, la ciudadanía.  Ñoras, ñores, como dirían los humoristas Tip y Coll, el lenguaje político ha llegado a la escena teatral y pone en cuestión el propio título de este escrito porque nos obliga a plantearnos si es esta una historia de vecinos y candilejas o es una apuesta por un teatro de la ciudadanía.

 

Galimatías: ¿para desenmascarar las trampas de la historia hay que tirar las máscaras del teatro?

Os he hablado de muchas cosas, abierto muchos frentes de discusión y varias cajas de bombones pero, tal vez, lo que más claro va quedando es que el Teatro del Barrio despliega su acción en lo inmediato. La realidad política, económica, histórica. Andan preñados y empeñados en poner un foco, cientos de focos, a los temas candentes de “candelabro” político español. Júzguese sino por los títulos más sonados de entre los estrenos de estos cinco años: Ruz- Bárcenas, El rey, Autorretrato de un joven capitalista español, Masacre. Una historia del capitalismo español. Esta última es un texto del propio Alberto San Juan que indaga sobre quiénes venden y compran las parcelas del poder, sobre el tráfico del poder político y que cuestiona quién gobierna  realmente en nuestro país. En los últimos tiempos, este tipo de obras proliferan en el panorama escénico: Jauría de Jordi Casanovas recreando el caso de la Manada; Lehman Trilogy sobre la quiebra de Lehman Brothers es la nueva apuesta de Alberto Conejero, el director de Los días de nieve. También en Port Arthur, Daniel Serrano dirige una obra basada en el interrogatorio real a un asesino.

¿Lo más reciente? Pues con la brevedad que el momento exige voy a daros noticia de las dos obras del Teatro del Barrio que he podido ver y que, en este momento, han echado a rodar por teatros y salas de España.

 


El teatro documento: El pan y la sal. Juicio a la memoria histórica.

El pan y la sal de Raúl Quirós se estrenó el día 20 de septiembre en el Teatro Español donde permaneció tres días y en el Teatre Lliure de Barcelona, el 29 y 30 de septiembre. Tuve la suerte de asistir en el Lliure a la función del primer día y os lo cuento, entre otras cosas, porque como os dije esa noche surgió la idea de escribir sobre el Teatro del Barrio para los lectores de +34 del Blog de La Térmica.

Lo que presenciamos fue el retrato escénico de un acontecimiento reciente: el juicio al juez Baltasar Garzón en 2012, uno de los tres que se le interpusieron, por su investigación de crímenes del franquismo en base a varias denuncias de familiares de desaparecidos. Una teatralización del proceso judicial como muestra de memoria histórica en estado casi puro, descarnada de todo contexto literario… Me pregunté largo rato si no sería lo mismo escuchar unas grabaciones reales o imprimir las hojas de la transcripción del proceso para que cada uno las leyéramos en nuestra casa. Y me respondí que no, que cualquier acción seleccionada, iluminada, situada en un escenario para que durante un tiempo determinado sea observada por un cierto número de individuos, encierra una intencionalidad extrema. El escenario implica un punto de vista, siempre sesgado, porque es uno o varios en uno. Y como le he escuchado decir a Alberto San Juan en una entrevista: el punto de vista es la ideología.

El elenco de actores es impresionante. Mario Gas como juez Garzón y el resto, Natalia Díaz, Laura Galán, María Galiana, Ginés García Millán, Emilio Gutiérrez Caba, Andrés Lima, Gloria Muñoz, Francesc Orella, José Sacristán, Alberto San Juan, como abogados o testimonios. En Madrid también han participado en la lectura Núria Espert, Juan Margallo, Gonzalo de Castro, Tristán Ulloa, entre otros. Se ha hecho público que muchísimos actores se sumaron a esta iniciativa de inmediato. Su peso actoral infunde una especie de  salvoconducto que asegura la atención del espectador y, por supuesto, de los medios. Su trabajo desde el punto de vista de la presencia escénica es minimalista. Ni caracterizaciones ni decorados. Solo el cuerpo y la voz al servicio de la lectura del auto. Al director y a la compañía les basta con ello. A pesar de que el grueso del público sabe que no va a asistir a una obra al uso sino a una lectura dramatizada, en los primeros minutos uno no se libra de la lógica expectativa de que suceda algo. Pero no hay ni una línea de ficción, es el texto jurídico con la transcripción de los testimonios se impone sobre todo otro elemento.

A la salida tengo la oportunidad del charlar brevemente con Andrés Lima y con Alberto San Juan que se sienten satisfechos de la acogida inicial que está teniendo la obra y de que este tipo de representaciones sirvan para, al menos, para espolear la resignación o el conformismo ante la deriva los acontecimientos hacia el silencio. En realidad, lo que pretenden es muy sencillo y muy complicado a la vez: que la tierra les sea más leve a los muertos y el pasado menos dolorosamente presente a los vivos.

Puedo hablar con Josefina Musulén, nieta de represaliados, y con otra compañera de lucha que han estado silenciosamente presentes en escena durante la obra, pero que han tomado la palabra en la charla coloquio con el público después de la representación. Encuentro en la entrada del teatro a algunos integrantes de la Asociación de la Memoria Histórica en Barcelona y rememoro con ellos una manifestación a favor de Garzón celebrada en abril de 2010 en la Plaça Sant Jaume de Barcelona y que formaba parte de una movilización general en toda España. Inevitable sensación de que el tiempo avanza, pero nosotros no.

Con Alberto San Juan mencionamos la próxima obra que el Teatro del Barrio pondrá en escena, Mundo Obrero, en la que tengo especial interés, entre otras cosas, porque, en casa, siempre le oí decir a mi padre que éramos una familia obrera y porque un artista que conozco y admiro, Santiago Auserón, ha compuesto varios temas musicales a modo de banda sonora. Quedo emplazada a acudir al estreno del 4 de octubre, en el Teatro Español. Aunque estoy en la capital en esa fecha, otro evento ineludible impide mi propósito inicial. Pero quien la sigue la consigue y yo consigo ver la obra en Barcelona, en el Teatre Joventut de L’Hospitalet. Os lo cuento a renglón seguido.

Mundo Obrero o como el proletariado toma la voz cantante

«Yo ahora no quiero una revolución: ¡Estoy viendo el fútbol!», grita un personaje de la obra. Parece una majadería, pero encierra broma y verdad, culpa y penitencia. Tal vez peligro. ¿La clase obrera vencida, vendida a la lavadora y a la televisión? ¿Duele ver arder metafóricamente el Primark o nos muestra un horizonte de esperanza?

Mundo Obrero es reconocimiento, recuento, revisión y revista a lo que hemos vivido y/o nos han contado, según edad, sobre la clase obrera en nuestro país desde finales del XIX, con sus luchas por derechos elementales, hasta nuestros días con el reto de conservar una democracia real y participativa. Alberto San Juan ha declarado ser actor pero considerarse obrero del espectáculo. A Santiago Auserón le escuché hace muchos años considerarse también miembro de la clase obrera. Ignoro la opinión del resto de la compañía pero seguro que la mayoría simpatiza con la idea. Yo ya os lo he dicho. Mis progenitores me inculcaron un sentimiento de pertenencia de clase, lo que no quiere decir que hoy perviva íntegro en mí. Lo hace de una manera relativa. Mi padre fue campesino, mozo de bodega y metalúrgico. Huérfano de padre a los siete años, en plena Guerra Civil con una madre viuda y dos hermanas, fue poco o nada a la escuela.  Aprendió a leer entre novillos para ir a trabajar al campo; las cuatro reglas elementales y las nociones de música que tenía las estudió por su cuenta. Mi madre: campesina también, señorita de compañía, portera y, finalmente, ama de casa de profesión SL, sus labores. Por tanto, soy hija de la clase obrera aunque, a estas alturas, estaría bien no engañarse. Mi vida ha sido muy diferente a la suya. Techo y comida con plus de caprichos asegurados, estudios universitarios, elección y ejercicio libre de mi profesión de publicista. ¿Obro, laburo, trabajo, curro? Sí, pero ¿en qué clase? No lo tengo claro y no aspiro a descubrirlo hablando de esta obra aunque haberla visto tal vez no me venga del todo mal. No os cuento todo esto por afán hablaros de mí, sino por seguir los consejos del gran poeta y ensayista W.H. Auden quien en su libro La mano del teñidor asegura que, antes de conocer sus opiniones, deberíamos saber algunos detalles de la vida del crítico al que estamos leyendo.

La obra contiene abundantes gérmenes críticos y momentos de dinámica escénica brillante que logran compensar algunos pasajes en exceso didácticos, frases consabidas, resoluciones poco cocinadas… bien es cierto, que puede enorgullecerse de conseguir mantener en pie, sin perder ritmo, el despliegue de un largo periodo histórico con muy pocos elementos y muy pocos actores. Actores que realizan un más que buen trabajo: fantásticos y ponderados tanto en su dramatismo como en su comicidad, Luis Bermejo y Pilar Gómez, mientras que Alberto San Juan y Marta Calvo se muestran eficaces y versátiles en su abanico de personajes. El hilo conductor, la pareja de Pilar y Luis, defendiendo su amor y su derecho a la vida digna, generación tras generación, recuerda, como bien señala Javier Vallejo en su crítica del Babelia, a otra pareja arrastrada por los acontecimientos históricos como la Carmela y el Paulino de ¡Ay, Carmela! En resumen, todos con notable alto en este ejercicio de creación coral que, si se hubiera permitido descuidos, corría el riesgo de caer en una fórmula al estilo Cuéntame. En la banda sonora, el trabajo de Santiago Auserón (quién además haber hecho carrera convirtiendo su poética al pop-rock, había hecho sus pinitos teatrales en el año 2000 con el libreto de la obra Cacao de Dagoll Dagom) contribuye a dar fluidez a la historia y a hilvanarla con las letras de las canciones, aunque el potencial musical de los temas esté algo infrautilizado.
Una cartelera repleta de actualidad
Desde que empecé a escribir este pequeño reportaje, y además de las mencionadas El pan y la sal y Mundo Obrero, el Teatro del Barrio ha programado o mantiene en cartel: Underground, una obra basado en El Público de Lorca; Descarriadas, sobre reformatorios femeninos con texto de Laia Ripoll y dirección de Paloma Rodera; Los años rápidos, dirigida por Secun de la Rosa; Feminismo para torpes de Nerea Pérez de las Heras; Cabaré Volter, Cuidado con el perro de Eva Redondo; Tus hijos no te olvidan, escrita y dirigida por Juan Vinuesa con Zaira Montes y Rafael Núñez; Gloria Fuertes una obra de Noelia Adánez sobre la poeta que dirige Valeria Alonso y que interpreta Ana Rayo como una reivindicación de la Fuertes para el público adulto. La obra se enmarca en un ciclo que, bajo el título Mujeres que se atreven, ya había resaltado la figura de Emilia Pardo Bazán. En esta misma línea se programa ahora la obra La Sección, mujeres en el fascismo español producida en colaboración con la compañía de teatro político A tiro hecho y que fue candidata en los XIX Premios Max en la candidatura de Mejor Autoría Revelación.

Otra actividad remarcable que sucede en este teatro salón es que actualmente es el lugar desde el que se emite el programa de radio El hombre que se enamoró lo de la luna de Pablo Loriente que, en 2006, comenzó su andadura en la emisora libre Radio Utopía y que fue pasando por distintas emisoras a lo largo de sus doce temporadas y más de 300 programas dedicados a la música y a los creadores.

El Teatro del Barrio da cabida a la música con este programa de los domingos, con las Noches de Swing, la Noche de Baile de los viernes y también programando conciertos como los que están anunciados para este diciembre del cubano Orlis Pineda y el cantante satírico asturiano Jerónimo Granda. Los peques tienen agenda propia en el Teatro del Barrio y actualmente disfrutan de la obra Me sobra la mochila recomendada para el público más joven de 5 a 12 años.

No faltan los pases de documentales, las reuniones ciudadanas y las ruedas de prensa a favor de campañas sociales, como la que tuvo lugar el último 26 de octubre y que consistió en la presentación pública y lectura de la Declaración del Ponferrada contra la incineración y el residuo cero, o de apoyo a artistas como el actor Willy Toledo, el rapero Valtonyc, Alfonso Lázaro y Raúl García, los responsables de Títeres desde Abajo,… todos con cargos judiciales que atañen a la libertad de expresión. En setiembre de 2017, el local de Zurita, 20 local albergó un acto en apoyo al derecho al referéndum de independencia de Cataluña. Para algunos, todo este hervidero de conflicto y reivindicación debería suceder en otra parte, para otros este es su lugar idóneo; parafraseando a Toledo, un templo pagano donde acogerse para defender derechos que se consideran sagrados.

 

¿Debe ser el teatro una tranche de vie?

Volviendo a los inicios, en su declaración de intenciones, la cooperativa de consumo cultural que es el Teatro del Barrio explicaba que la programación de las obras vendría marcada por el humor político y musical para contar todo lo que no se ve de la realidad. Porque para los del Barrio “no hay entretenimiento más apasionante que la realidad”.

Pero la realidad ¿desde cuándo nos apasiona tanto como para pagar una entrada de teatro? El naturalismo teatral surge en la escena europea en las postrimerías del siglo XIX, a raíz del pensamiento de Zola y puesto en práctica en el Théâtre-Libre de Andrè Antoine. Fue él quien postuló que el teatro debía ser una tranche de vie. Podemos preguntarnos qué camino nos devolverá una realidad todavía más multifacética y rica, si el sentido de la imitación, el de la recreación o el de deconstrucción. Una vieja valleinclanista como yo se plantea si los espejos del Callejón del Gato han sido sustituidos por las tranches de vie, las polaroids, los videos y los selfies. O por los nuevos formatos surgidos de cooperativas, asambleas y otros altavoces amplificados de la calle como el Teatro del Barrio. ¿Dónde queda la reelaboración artística cuando lo que se representa es un acta judicial? ¿En la mirada del espectador? ¿Seguimos buscando en ella la belleza y/o la verdad pudiendo hacer lo mismo con una receta médica o un ticket de la compra?

Bien, va a ser el momento de dejarlo en este punto porque mi invitación a que conozcáis el Teatro del Barrio no debería convertirse en un interrogatorio de tercer grado. Aunque según las tendencias expuestas, tal vez sí. Teatro del Barrio, id a ver alguna de sus obras y seguimos.

 



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