Salviando el invierno, por Aina S. Erice

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¡Ah, ya has llegado! Cierra la puerta, deprisa… ¿no has visto la que está cayendo?

Ven, acércate a calentarte junto a la estufa mientras termino de preparar algo para comer. Pensaba en un  plato sencillo… ¿qué te parece si te propongo una sopita ligera y un poco de pasta burro e salvia?

… ¿Qué? No, no te preocupes, no lleva carne de asno: burro es mantequilla en italiano. Ay, y es una pena que la salvia no esté aún en flor, porque podría añadir alguna florecilla al plato…

Uy, y esa tos no suena nada bien, por cierto… ¿te duele la garganta? Pues ya que estamos, te preparo un té de salvia con miel. Ah, ¿no sabías que la salvia es una excelente aliada de la boca? Si es que no te fijas cuando vamos a comprar la pasta de dientes, ¿no has notado que en algunas ya incluyen extractos de Salvia officinalis? … ¡Será por algo! Se cuenta que antiguamente se limpiaban los dientes frotándoselos con unas hojas de salvia fresca; no sé qué tal debía de funcionarles, pero si quieres un día de estos probamos a ver… O, si no, preparamos un enjuague bucal con infusión de salvia (1 cucharada de hoja seca por vaso de agua), para que se nos queden las encías de diez y matrícula de honor.

Hala, aquí llega la sopa. He hecho un experimento y la he espesado con semillas de chía… je, je, y a que no adivinas cómo llaman los científicos a la chía: ¡Salvia hispanica! Resulta que también es del gremio… bueno, es que he descubierto que salvias hay a montones: ¿sabías que hay más de 900 especies reconocidas dentro del género Salvia?

Aunque no las comemos todas, claro; la que solemos emplear para infusiones y cosas así es la S. officinalis. Parece que se emplea en algunos sitios también para dar sabor a embutidos ¡e incluso a quesos!

¿Eh? Ah, sí, me alegra que lo hayas notado… es un perfume nuevo. Y aun a riesgo de resultar repetitiva, te diré que… ¡también tiene una salvia entre sus ingredientes! Pero no es la de cocinar, no (aunque se puede comer también); es el amaro, Salvia sclarea. También lo usaban para propósitos medicinales (por algo la llamaban “hierba de los ojos”) — ¡y para darle gusto a la cerveza! De hecho, aún hoy se emplea en algunos vinos y vermús.

Sí, tengo un botecito de aceite esencial de salvia por alguna parte, pero hay que ir con cuidado: si es de Salvia officinalis, el aceite esencial contiene niveles bastante elevados de tujona, un componente que puede resultar tóxico en dosis elevadas… así que comérselo, ni en broma.

Bueno, qué: ¿cómo está tal la sopa…? Me he inspirado en una receta china… y buscando, buscando, he encontrado una anécdota curiosa que no sé si es cierta, pero bueno, te la cuento igual. Y es que al parecer, en aquellos tiempos en los que los europeos íbamos a China a por té (Camellia sinensis), estábamos convencidos de que los chinos ¡estaban locos por nuestra salvia! Incluso hubo quien escribió algún que otro poema, como Tomás de Iriarte, que cuenta cómo “El té, viniendo del imperio chino, se encontró con la salvia en el camino (…)”.

Pero yo me pregunto: para qué querrían nuestra salvia común, si en China ya tienen una salvia medicinal (S. miltiorrhiza, danshen), con cuya raíz también preparan infusiones, vinos e incluso ¡sopas de arroz, verduritas o bistecs!

De acuerdo, vale: ya dejo de darte la lata con las salvias… voy a preparar los spaghetti.

Mientras tanto, dejo la maceta a tu vera… cuídamela bien, que ya sabes lo que decían los viejos herbarios medievales: ¿por qué debería morir quien tiene salvia en su jardín? Porque no crece en ningún huerto remedio que salve de la muerte ¡pero que si lo hubiese, la(s) salvia(s) serían candidatas al puesto!

 

 

 

 

 



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