Eduard Punset: “El altruismo será la mentalidad del futuro”, entrevista inédita de Héctor Márquez

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Entrevista inédita y homenaje al gran divulgador científico Eduard Punset fallecido hace unos días a cargo del periodista y colaborador de La Térmica Héctor Márquez, coordinador del Aula Savia, un ciclo que tuvo en Punset su principal impulso

 

 

Eduard Punset: “El altruismo será la mentalidad del futuro”, entrevista inédita de Héctor Márquez

Año 2019

El pasado 22 de mayo, mientras charlaba con mucho humor en La Térmica sobre cuestiones de género, humanidad, lealtades, lenguaje, misoginias disfrazadas, confianza y Eurovisión con Lola Delgado, Soledad Andrés, Aina S. Erice y Sandra Trujillo y compartía con ellas la experiencia vivida con mi madre durante el cáncer que finalmente se la llevó, se anunciaba la muerte de Eduard Punset tras años de lucha con la misma enfermedad que se llevó a mi madre. Vida y muerte se convocan así habitualmente, como cerezas unidas por la misma ramita bifurcada. Recordé cuando le hice una entrevista allá por el año 2008 para charlar sobre la divulgación científica con motivo de un número especial de la revista Mercurio. Apenas un par de días antes de la entrevista anunció en su programa Redes que tenía cáncer. No tenía miedo, decía. Confiaba en que la Ciencia pondría rodo de su parte para revertir el proceso o, en el peor de los escenarios procurarle la mejor despedida. Y, en todo caso, irse no le parecía tan grave. Fueron once años de tratamiento y lucha. Sin aspavientos ni dramas. En los últimos años fue retirándose con discreción de la vida pública que le acogió siempre con los brazos abiertos. Como político, profesor, hombre de empresa, comunicador, divulgador científico, Eduard Punset (1936-2019) supo estar y no estar a la vez en el centro de las cosas. Él era como el gato de Schrödinger estaba vivo y muerto dentro de la caja al mismo tiempo. Como los electrones podía desaparecer y aparecer a voluntad según lo miraras o te quedaras escuchando aquella voz de voy a contarte un cuento tan característica suya. Punset encarnaba las paradojas cuánticas que tanto ayudaría a divulgar en su programa Redes. Un programa donde también se dio a conocer su delfín y principal asesor científico, Pere Estupinyà que desde esta temporada también dirige un ciclo sobre Ciencia en La Térmica. Quizás la creación, como decía Punset no responda a propósito alguno. Pero como humanos que somos nos encanta descubrir patrones. Para hacer poesía o física cuántica, tanto da.

Estas líneas donde recupero en su totalidad una entrevista que en su día salió muy fragmentada, son un homenaje personal y del centro cultural donde colaboro con un ciclo, el Aula Savia, que le debe no poco al aliento de las Redes de Punset y lo que en ellas hallé pretenden hacer aparecer al desaparecido. Un hombre que hablaba de ciencia como si fuese un Juan Tamariz antes de caerle el rayo -Juan Tamariz es también científico, matemático- y que ayudó a dignificar la televisión. Porque cuando criticamos la televisión por sus bazofias y capacidad probada para la alienación olvidamos que desde ella hemos conocido a personas que nos abrieron la cabeza y transformaron esa ventana a la estupidez en una ventana a la naturaleza, el cosmos, los mares, la fauna, la flora o la ciencia.

Entre Félix Rodríguez de la Fuente y Eduard Punset en mi vida y en la de muchos de mi generación han pasado algunos hombres que nos han ayudado a aumentar nuestra fascinación por el más allá de nuestros salones. Carl Sagan, Richard Attemborough -a Gerald Durrell no tuvimos la oportunidad de disfrutarlo por la televisión en España, pero es otro de los indispendables-, Jacques Costeau, nuestro vegetófilo padre Mundina, el aventurero Miguel de la Quadra Salcedo, los franceses Jean-Marie Pelt y Pierre Cuni que estaban detrás del programa La aventura de las plantas… y siempre el gigantesco y único Félix, amigo Félix, el primer influencer y el mejor youtuber que haya existido en nuestro país… Un Félix cuyas reflexiones a cámara de hace 40 años se han convertido en los vídeos virales de las redes sociales de hoy.

Y, al final de la línea evolutiva, el gran tejedor: Eduard Punset. Punset representó como pocos la actitud del humanista científico del siglo XXI. Antes una persona que hace preguntas adecuadas a las personas más adecuadas posibles para ir tejiendo un panóptico. Como muchos de sus predecesores citados era un personaje fácilmente parodiable e inmediatamente querible. Su muerte después de 11 años luchando contra el cáncer no es tan triste como un final perfecto para alguien que no tenía ningún miedo a la muerte. Gracias a su guía conocí y no paré hasta poderlo conocer en persona a uno de los científicos que más me ha impactado e influido en mi vida, el neurobiólogo italiano Stefano Mancuso, al que vi hace doce o quince años en un programa de Redes con Eduard. Hace un año y medio yo estaba charlando con Stefano y con la botánica y escritora Aina Erice en los jardines de La Térmica como invitados de mi Aula Savia.

 

El día de la muerte de Punset, Aina estaba de nuevo en la Savia hablando de las plantas olvidadas, de un tipo de Memoria Histórica Vegetal que merecía ponerse en pie. Y Aina habló esa tarde de tejer redes.

Porque el cerebro e internet funcionan en red, como funciona un bosque gracias a las plantas y los hongos. Es curioso como el Universo conecta conceptos, personas, tiempos y personas. Hoy es ayer y será mañana en un suspiro. Las palabras que Punset me decía hace once años vuelven a sentirse frescas. Hasta siempre, maestro.

Gracias por plantar tantas semillas.

 

 

 

Año 2008

“El altruísmo será la mentalidad del futuro”

Cuando, días después de esta entrevista, Eduardo Punset) apareció en su programa Redes hablando de cáncer con su oncólogo, muchos se sorprendieron al ver al entrañable, abogado y economista sin su ya emblemática cabellera blanca desordenada, casi símbolo y homenaje al sabio despistado. Ahí, contemplando los efectos de la quimioterapia, los que no le conocíamos íntimamente aprendimos algo más de este hombre que va regalando lo que va descubriendo cada día a los demás: era capaz de aprender de su propia enfermedad y era capaz de hablar de ella sin exceso de emotividad sino como un científico hablase a otro de los hallazgos que había realizado en su mejor laboratorio, su propio cuerpo. Viajero impenitente, siempre ocupado, proponemos al autor de los mayores best-sellers sobre temas científicos que se han editado en nuestro país (Cara a cara con la Vida, la mente y el universo, Adaptarse a la marea, El alma está en el cerebro, El viaje a la felicidad, El viaje al amor y, en colaboración con Eugene Chudnovsky y Javier Tejada, el reciente El templo de la ciencia, casi todas editadas por Destino) una charla por las redes de silicio. Amable, como siempre, el antiguo ministro y eurodiputado, no parece inmutarse por sus miles de ejemplares vendidos, ni por sus decenas de premios y reconocimientos; ni preocuparse por la crisis económica; ni tampoco deja de sonreír aun cuando sabe que el cáncer del pulmón es uno de los más difíciles de erradicar estadísticamente, quizá asumiendo como suyas las teorías sobre el impacto de la improbabilidad que el economista Nassim Nicholas Taleb hiciera en su libro El cisne negro. Es fácil imaginar su voz de contar cuentos y sus párpados recién salidos de la siesta mientras se le lee.

 

Su biografía revela a un hombre apasionado por el conocimiento y el desafío constantes. Derecho, política, economía, docencia, divulgación, ciencia y tecnología, comunicación, filosofía… Para alguien tan inquieto, después de una década al frente de un programa pionero como Redes, ¿no se le plantean ahora nuevas necesidades y retos?

-Con Redes he podido sugerir que era posible conciliar entretenimiento y conocimiento en un canal de televisión. Ahora me gustaría demostrarlo en otros soportes -periódicos o revistas-, y en otros ámbitos como el de la Educación o el trabajo.

 

¿Y, qué novedades nos esperan en la nueva temporada de Redes?

-Mayor focalización en una idea considerada fundamental para el futuro de la gente; más flexibilidad en la realización de los programas; mayor grado de representación teatral y no sólo visual de los contenidos… En suma, más sorpresas y modernidad.

 

Imagine que un lector habitual de literatura quiere adentrarse en el mundo de la divulgación científica, ¿podría darle un pequeño menú de iniciación con obras editadas en castellano?

-Una introducción al debate científico que ha servido ya a mucha gente es mi libro editado en Destino: Cara a Cara con la Vida la Mente y el Universo. Es la síntesis de un trabajo de diez años conversando con los grandes científicos de este Planeta. Entre los libros más antiguos yo sigo recomendando El gen egoísta de Richard Dawkins para captar la transitoriedad y vulnerabilidad de la vida.

 

Si existiera una olimpiada por países de científicos y mentes pensadoras y usted fuera seleccionador olímpico español, ¿a qué científicos nuestros llevaría?

-La ciencia es, por definición, universal y no distingue entre ellos y nosotros. La mayoría están localizados, provengan de donde provengan, en EEUU y Reino Unido. En el primer país, por las mejores oportunidades ofrecidas en la actualidad. Y en el segundo, por las oportunidades ofrecidas en el pasado, que no han desaparecido del todo.

 

¿Se podría hacer algo como Redes en las escuelas para aumentar el interés por el conocimiento de nuestros alumnos?

-Se hará, sin duda alguna. Hace diez años, aunque yo lo dijera, no era cierto que la ciencia estuviera irrumpiendo en la cultura popular. Pero ahora sí es cierto. El armazón será el resultado de dos cosas: conciliar entretenimiento y conocimiento; así como mucha mayor cohesión entre la comunidad científica, el mundo industrial y el mundo político.

 

Llama la atención que materias básicas del conocimiento humano no aparezcan ni de soslayo en las escuelas. No se enseñan ni nociones de medicina (nuestra salud), de arquitectura (el habitar), de antropología (la reflexión sobre nuestra especie), de nutrición (somos, entre otras cosas, lo que comemos), de economía (seríamos menos peleles frente al estado y las corporaciones) …

-Hoy sabemos que la imprescindible reforma educativa pasa por «enseñar a aprender»; por «aprender a hacer,» más que predicar. Aprender a comunicar a los demás y asegurarse de que a la edad escolar se llega, gracias al legado maternal, con la autoestima suficiente para lidiar con los vecinos y la curiosidad imprescindible para buscar el conocimiento y amor del resto del mundo.

 

Usted habla en El Viaje al amor de cuántos sufrimientos se evitarían si se enseñara a las personas desde niños que todas sus manifestaciones emocionales son un producto combinado de reacciones químicas, factores ambientales, relaciones con el afecto materno en la primera infancia y capacidad de adaptación al entorno. Viendo el dolor y desespero de las criaturas ante sus ‘fracasos’ amorosos, ¿cree que hemos sido víctimas de una educación sentimental muy equivocada?

-Es que no hubo educación sentimental. El mundo emocional formaba parte de la intuición y la intuición se consideraba hasta hace bien poco, irracional. No hay abismo entre las generaciones, como se ha dicho a menudo. Todas las generaciones están unidas por una ausencia alarmante de conocimiento para gestionar las emociones. Son analfabetos los mayores tanto como los jóvenes. ¿Quién sabe distinguir entre ansiedad -necesaria para estar en estado de alerta- y el miedo que corroe?

 

«Hoy sabemos que la imprescindible reforma educativa pasa por «enseñar a aprender»; por «aprender a hacer,» más que predicar»

¿Cuáles cree que son las causas del auge de la divulgación científica?

-Antes había muchos sabios, por una parte -investigadores obsesionados con ampliar su propio conocimiento- y muy buenos payasos y entretenedores por otra. La merma del pensamiento dogmático y la comprensión pública de la ciencia requieren conciliar las dos cosas. Hasta ahora, salvo poquísimas excepciones como Carl Sagan no ha habido especialistas en conciliar entretenimiento y conocimiento en distintos soportes como el audiovisual, medios de comunicación o educativo. Estamos asistiendo al descubrimiento de una nueva especialidad que hace accesible a la inmensa mayoría lo que parecía destinado solo a las grandes minorías. Por fortuna, hoy existen ensayos científicos que se venden como libros de ficción sin renunciar al rigor, y al esplendor del conocimiento ni al entretenimiento.

 

Con El viaje al amor cerró la segunda parte de una trilogía centrada en ofrecer las respuestas y conocimientos científicos más recientes a las grandes preguntas que afectasen a la mayor parte de la gente. Felicidad, amor… ¿Qué queda ahora?

-He reflexionado sobre la felicidad. Ahora falta explicar por qué, a pesar de todo, la gente es capaz de generar una capacidad infinita para hacerse infeliz. Esto tiene que ver, primordialmente, con sus mecanismos de decisión. Me interesa estudiar, sobre todo, el funcionamiento de unos mecanismos de decisión que le impiden a la gente de la calle ser feliz. Disfrutar de la vida antes de la muerte, y no después.

 

¿Alguna vez creyó en dios desde el punto de vista religioso?

-Como dice el filósofo norteamericano Daniel Dennet, «si Dios existe, se manifiesta muuy poco». El proceso científico, en la medida que se va ampliando -hoy sabemos por qué brillan las estrellas cuando lo desconocíamos en los años treinta-, va reduciendo el campo que se sigue interpretando recurriendo a fenómenos sobrenaturales. Falta mucho tiempo, no lo veremos en vida, para que la joven ciencia domine el panorama.

 

Ha hablado en varias ocasiones de los cambios que se producirán en nuestra especie gracias a la fusión entre tecnología y biología. Se ha referido a cómo no dentro de muchos años, la nanotecnología permitirá que nuestro cuerpo reduzca o elimine los efectos del envejecimiento. Pero ¿no cree que la inmortalidad es un hecho? Esto es, la materia orgánica se transforma continuamente y los conocimientos siguen actualizándose como una gran base de datos suprahumana, independientemente del acceso que tengamos a ellos.

-Alguien ha calificado el fenómeno al que se refiere «el final del paréntesis darwiniano». En la evolución presidida por la supervivencia de las especies el proceso era extremadamente lento y costoso. Desde hace muy pocos miles de años todo ha cambiado. Es como si hubiéramos retrocedido, gracias a la difusión de la cultura horizontalmente, a un tiempo inicial de la vida en el que la diversidad genética se garantizaba de maneras más sencillas y variadas. Yo imagino muy bien a mis nietas manipulando genes de distintos organismos y plantas en su cuarto de estar.

 

¿Se podrán descargar las informaciones que guarda nuestro cerebro en un ordenador alguna vez o cargar nuestro cerebro con programas y conocimientos tal y como ilustraba en su día la película Matrix?

-Ahora sabemos ya focalizar nuestra atención sobre determinados circuitos cerebrales en los cuales podemos interferir. La idea de modificar circuitos para cambiar comportamientos va guiada por el deseo de ayudar a enfermos que tienen un trastorno neurológico psiquiátrico. Pero, obviamente, hay toda clase de posibilidades en sujetos “normales”. La pregunta entonces es ¿qué es normal? Si podemos acelerar el aprendizaje cuando un niño quiere aprender a tocar el piano, lo podemos hacer. ¿Eso es bueno? ¿Lo deberíamos hacer? Se abren todo un número de cuestiones éticas que son muy importantes. Hay cosas que podrían hacerse y que tal vez no debieran emprenderse todavía porque no se conocen con precisión los detalles o efectos secundarios si los tuvieran.

 

Usted nació cuando comenzó la guerra civil. Ha sido político durante las primeras elecciones democráticas. En los últimos años se ha debatido sobre la necesidad de recuperar la memoria histórica para reparar heridas o bien imponer un silencio para evitar abrirlas. ¿Qué cree que permanece y qué se ha superado de aquel conflicto?

-La guerra civil española pone de manifiesto el peso de la Historia en la memoria. Es enorme. No es cierto que los países con menos Historia a sus espaldas como EEUU tengan nada que envidiar a los que tienen demasiado. La Historia puede ser tan pesada de llevar y paralizante que más que un activo ha representado casi siempre un pasivo. A nivel molecular e individual, además, hoy sabemos que la memoria no solo sirve para recordar el pasado sino, sobre todo, para imaginar el futuro.

 

De todos los descubrimientos científicos recientes, señáleme tres que hayan transformado (o estén por hacerlo) nuestra civilización.

-Justamente el peso de la memoria. El descubrimiento copernicano de que no somos el centro del mundo, ni de nada sería el segundo. Y el tercero, el principio de incertidumbre de Heisenberg que nos impide hablar de certeza, sino solo de probabilidades.

«Sólo se aprende con los errores. Hemos cometido tantos que seguiremos aprendiendo durante mucho tiempo»

 

Cambio climático; nuevas fuentes de energía; gestión y escasez de recursos; expansión por el universo; robots y cyborgs; los límites de la clonación; el aumento inimaginable de la esperanza de vida; el descubrimiento del funcionamiento y las capacidades del cerebro humano… ¿Cuáles cree que son los problemas a los que la humanidad deberá enfrentarse prioritariamente?

-Los dos primeros que acaba de citar sin lugar a dudas. El descubrimiento de nuevas fuentes de energía y cuidado de la naturaleza. La falta de renovación en materia de energías apunta a un colapso posible del desarrollo económico. Por eso es grave. En cuanto al impacto sobre el cambio climático de nuestros propios impactos sobre la Naturaleza sabemos muy poco todavía. Y, seguramente, podremos hacer menos aún. Pero no podemos seguir viviendo en la ignorancia de cómo evoluciona la Naturaleza, simplemente, porque lleva mucho tiempo.

 

Imagine a España como una empresa a la que le piden reflotar y darle una nueva posición en el mercado. ¿Qué déficits principales encuentra en esta empresa, cuáles son sus valores explotables y qué haría para situarla en una posición más competitiva en el mercado actual?

-El activo principal de esa empresa con relación a los demás países competidores, radica en una mayor receptividad que otras naciones europeas a lo que viene de fuera. Los españoles siguen más abiertos a aplicar cosas que los demás han desarrollado que los franceses y alemanes, por ejemplo. Menos que durante el periodo de la transición política, pero más receptivos todavía. El principal defecto es la falta de cultura política que lleva a sus ciudadanos a ser muy sensibles a la injusticia social y diferencias de clases, pero ignoran la necesidad de que el Estado y los ciudadanos sean iguales frente a la ley común. El Estado está blindado con relación al ciudadano y eso coarta enormemente sus iniciativas. La mayor desigualdad en España es la desigualdad entre el Estado y el ciudadano, mientras que la gente sigue obcecada en otro tipo de desigualdades.

 

Como economista ¿qué consejos básicos daría para evitar las consecuencias de la crisis y para no caer en situaciones de pánico?

-No ponerse invariablemente del bando de los perdedores. A la hora de predecir el futuro siempre existe la posibilidad de que aparezca un cisne negro cuando la mayoría de los cisnes son blancos. Y desconfíen de la gente que se toma muy en serio a sí misma.

 

¿Nos queda mucho todavía para llegar al fondo del pozo?

-Sólo se aprende con los errores. Hemos cometido tantos que seguiremos aprendiendo durante mucho tiempo.

 

¿Por qué las crisis son positivas?

-Obligan a replantearse la Misión, los objetivos para alcanzar esa Misión y los Procedimientos para cumplir esos objetivos. Los homínidos -al contrario de otras especies- no saben moverse estratégicamente sin ser conscientes de dónde vienen y a dónde van. Sin decirse unos a otros los objetivos que tienen que cumplir. Somos muy gregarios. Y desde luego sin ponerle hilo a la aguja. Las crisis pueden ser una ocasión para perder esa gran oportunidad de fijar de nuevo el camino o para encontrar una explicación de la necesidad de sus esfuerzos.

 

¿No se cansa nunca, señor Punset?

-No he tenido nunca este sentimiento. La mosca del vinagre -que tiene un DNA muy parecido al nuestro- cuando no trabaja sueña; es decir, aprende.

 

El año pasado, el sector editorial vivió un aumento que contrasta con la parálisis o descenso en picado de otros sectores. ¿El libro es ajeno a las crisis o es el mejor remedio para cuando pintan bastos?

-La cultura es un medio de garantizar la diversidad a nivel horizontal casi sin esfuerzo. Antes, se hacía vertical y generacionalmente. Para que sobreviviera una especie hacía falta que sucumbieran otras. Era muy lento y costoso el cambio. Gracias a la cultura es gratis, veloz y llega a todas partes.

 

¿Qué está leyendo ahora mismo?

-Estoy escribiendo y leyendo sólo lo necesario para escribir.

 

¿Cuál es su Trinidad científica?

-Copérnico: No es verdad que seamos el centro del universo. Heisenberg: No podemos predecir, solo pronosticar probabilidades. Gould: No hay propósito en la evolución.

 

¿Les cuenta cuentos a sus nietas?

-Pocos. No sabía lo importante que era y creía no tener tiempo

 

¿Y es capaz de reírse con las parodias que le hacen?

-¡Vaya! Me emocionan.

 

Por último, ¿le ha enseñado algo la enfermedad?

Que el altruismo y la moral innata que precede a la implantación de las religiones será la mentalidad del futuro.

 

 

 

 

 



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