El mundo en llamas: ‘Las Agendas Secretas’, con Justo Navarro

Debates/Conferencias

Entrada libre hasta completar aforo

Sala 008

 

El mundo en llamas

El relato histórico es complejo y está repleto de incertidumbres, pero indudablemente, es ya un lugar común por todos asumido, que el conocimiento que nos ofrece la Historia es la mejor manera de comprender el presente y plantearse el futuro; sin embargo, la Historia como ciencia no puede, ni debe, establecer una hermenéutica, fija y universal, basada en esquemas y conclusiones que se repiten, y se aplican, inexorablemente, a lo largo del tiempo; al contrario, los acontecimientos están sujetos a múltiples puntos de vista y a diversas interpretaciones, por ese motivo, el incesante fluir de los fenómenos sociales demandan nuevas lecturas y nuevas pautas de estudio. En este sentido, las fuentes históricas no son sino un material que debe moldearse constantemente.

Debe quedar claro que el ciclo de conferencias que ahora presentamos, y que hemos titulado El mundo en llamas, inicia su recorrido sin la pretensión de imponer discursos inamovibles sino lógicos, dialécticos; procuraremos convertirnos en una plataforma que utilice la discusión y el diálogo para abordar y explicar los conflictos, en que actualmente nos hallamos inmersos, bajo una continua revisión y con planteamientos novedosos. En la sociedad en que vivimos, en la que se han radicalizado el escenario político, necesitamos estudiar la génesis, el origen, lo que nos antecede. Precisamente de nuestro refranero extraemos la famosa frase: “De aquellos barros, estos lodos”; la reflexión histórica es, por tanto, más que necesaria, para clarificar la situación en la que estamos implicados, el porqué hemos llegado aquí, a este mundo que se incendia periódicamente; sería muy fácil argüir que la distensión es una utopía, o que definitivamente no hay soluciones a corto plazo, pero aún así el registro de los sucesos anteriores ilumina los fenómenos que hoy por hoy nos preocupan.

Las corrientes socio-políticas que imperan en la actualidad –populismo, fanatismo, nacionalismos, nuevas formas de terrorismo, demagogia, crisis de los sistemas de integración internacional, fractura de la representación democrática tradicional, entre otras cuestiones– no han nacido de forma espontánea sino que hunden sus raíces en una amalgama de sucesos que ocurrieron siglos anteriores y cuyo estudio nos ofrece una herramienta fundamental de esclarecimiento.

Las agendas secretas

El caso WikiLeaks, la captación de un cuarto de millón de documentos o registros del intercambio de confidencias entre altos funcionarios estatales, mezcla de secretos de Estado y conversaciones de amigos, iluminó con ojos y oídos de espía los mundos herméticos del poder y de la autoridad mundial.

Pero el hecho de que tal corpus documental fuera sometido al filtro de los periódicos más prestigiosos (para que seleccionaran lo más significativo y evitaran que todo se diluyera en una ingente masa de datos ilegible), sirvió también de recordatorio de la relación histórica entre la información periodística y los Servicios de Información, es decir, los servicios secretos. Bajo la etiqueta de agregados de prensa las embajadas han cobijado a agentes del espionaje y del contraespionaje. Los agregados culturales también han sido espías ejemplares. Periodistas y escritores míticos, como Kim Philby, Graham Greene o John Le Carré, supieron fundir el servicio secreto con la percepción literaria. La cultura en tiempos de la Guerra Fría utilizó como una rama especialmente fértil de la filtración en campo enemigo los congresos de intelectuales, la subvención de periódicos y revistas, la circulación de enviados especiales, la difusión de películas, músicas, ficciones y espectáculos.

Los ciudadanos de la era digital tienen el gusto de poseer algún tipo de dispositivo que permitirá que quien domine los medios adecuados los controle en todo momento y lugar. Pero ese mismo dispositivo les da poderes, hasta ahora insospechados, para observar o espiar a sus semejantes. El secreto (ése es el juego del espionaje) se ha convertido fundamentalmente en una cuestión tecnológica. La transcripción de grabaciones telefónicas policiales y parapoliciales es la proustiana Busca del tiempo perdido de nuestra época, como se decía en la novela Finalmusik.

El concepto de espionaje se ha enriquecido: los Estados se espían entre sí, y espían o vigilan al ciudadano, pero han aparecido unos ciudadanos a quienes se llama hackers, que vigilan o espían al Estado colándose entre sus redes informáticas. No hay que forzar cerraduras ni cajas fuertes para llegar al documento secreto: basta con dar con los algoritmos adecuados que superen el blindajede un sistema informático

Justo Navarro (Granada, 1953) estudió Filología en su ciudad natal. Ha publicado los libros de poemas Los nadadores y Un aviador prevé su muerte (Premio de la Crítica, 1987) y las novelas El doble del doble (Seix Barral, 1988 y 2002), Hermana muerte (Premio Navarra, 1989; Seix Barral, 2002), Accidentes íntimos (Premio Herralde, 1991), La casa del padre (1994), El alma del controlador aéreo (2000), y la novela juvenil Oppi (1999). Sus últimas novelas son «Finalmusik» (2007), «El espía» (2011)  y «Gran Granada» (2015)

 



}