El ama de casa y el contrauniverso del hogar: Carmen Laforet. Por Anna Caballé

Debates/Conferencias

Entrada libre hasta completar aforo.

Sala 001

 

El ama de casa es una figura de escaso recorrido literario. Masacrada por la alta cultura, que siempre vio en ella un sinónimo de infame chismorreo, ignorancia y adocenamiento ideológico, es, sin embargo, el eje de la civilización burguesa, con un cometido prioritario: garantizar la estabilidad de su grupo familiar. Para ello, el ama de casa tuvo que concebir el hogar como única verdad o contrauniverso del mundo. Por eso resulta especialmente interesante la obra cuentística de Carmen Laforet (Barcelona, 1921-Madrid, 2004). Aunque Laforet es conocida sobre todo por su primera novela, Nada (1944), un clásico contemporáneo, tiene otras obras, como las Siete novelas breves, en las que recrea la figura del ama de casa, ofreciéndonos retratos de una gran profundidad, muy lejos de los estereotipos habituales.

Anna Caballé Masforroll (Barcelona, 1954) es profesora titular de Literatura Española de la Universidad de Barcelona y responsable de la Unidad de Estudios Biográficos. Ha dirigido la colección La vida escrita por las mujeres, antología en cuatro volúmenes de la literatura de autoras españolas y latinoamericanas (2003). Obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado por su tesis La literatura autobiográfica en España (1939-1975) y el Premio Gaziel 2009 de Biografías y Memorias por su biografía Carmen Laforet. Una mujer en fuga en colaboración con Israel Rolón (2010). Es autora también de Francisco Umbral. El frío de una vida (2004), Una breve historia de la misoginia (2006), Pasé la mañana escribiendo. Poéticas del diarismo español (Premio Manuel Alvar de Humanidades 2014), entre otras obras, y colaboradora habitual del suplemento Babelia de El País.

 


 

Mujer que sabe latín

FIGURAS DE MUJER. UNA DECONSTRUCCIÓN DE LOS PATRONES FEMENINOS TRADICIONALES

La experiencia y el punto de vista de las mujeres están muy poco presentes en la alta cultura. Sus vivencias no han sido objeto de conocimiento (de investigación, de estudio, de creación artística…) o lo han sido solo desde fuera, es decir, desde un punto de vista masculino: es lo que se conoce como “heterodesignación”. Un fenómeno que ilustra muy gráficamente Virginia Woolf en Una habitación propia, cuando narra cómo, al visitar la biblioteca del Museo Británico en busca de bibliografía, encuentra fichas de cientos de libros sobre las mujeres… todos ellos escritos por hombres (y ninguno, en cambio, de autoría femenina sobre los varones).

Podríamos explicarlo también recurriendo a un ejemplo extremo: el contraste entre el tratamiento que da la cultura a la guerra y a la maternidad. Mientras que aquélla, actividad masculina por antonomasia, es objeto de reflexión y de creación artística (relato histórico, poesía épica, cine bélico…), la maternidad queda relegada al ámbito médico o al de la subcultura (telebasura, autoayuda…). Lo mismo puede decirse de otras vivencias y situaciones femeninas: la condición y trabajo del ama de casa, los dilemas específicos de la mujer con ambición artística, la sexualidad femenina, la decisión sobre si proseguir o no un embarazo, la condición de madre de un hijo ilegítimo, la prostitución desde el punto de vista de la mujer prostituida… son otras tantas experiencias tan comunes y significativas para la mitad femenina de la población, como minimizadas o invisibles en la cultura dominante.

Otorgar a la experiencia y punto de vista femeninos el protagonismo que les corresponde es necesario al menos por dos motivos. Por una parte, para que la cultura refleje la sociedad entera, con toda su diversidad, y no solo a una pequeña fracción de ella, siempre la misma (varones blancos occidentales heterosexuales y de clase media o alta). Por otra, para alcanzar ese objetivo que como democracia nos hemos fijado: el de la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres. Pues solo la cultura puede conferir a las vivencias de un grupo, en este caso las mujeres, la dignidad, la importancia y el impacto emocional, sin los cuales el grupo en cuestión no será realmente admitido de igual a igual en el conjunto de la ciudadanía (por no decir de la humanidad).

El objetivo de este subciclo de cuatro conferencias es pues ofrecer un marco de reflexión sobre algunas experiencias específicamente femeninas o que aun siendo universales son vividas de un modo particular por las mujeres. En cada uno de los casos, se tratará de analizar cómo presenta el tema en cuestión una escritora que le otorga un lugar central en su obra: la ambición para Sylvia Plath, la maternidad para Isabel Allende, el erotismo para Anaïs Nin, el papel de ama de casa para Carmen Laforet. Con su reflexión, estas autoras se constituyen en maestras: una figura imprescindible para equilibrar esta cultura patriarcal en la que vivimos, y en la que abundan todo tipo de padres simbólicos, mientras que las madres simbólicas brillan por su ausencia.



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